Interludio 4
El mecanismo infernal de la pasión desata.
Las antorchas arrebatan los rostros de la perfidia.
Rencores, odios y envidias y el amor que se remata.
Ya lo llevan maniatado hacia la casa de Anás
suegro del Sumo Caifás,
y El sin saber, quien dijera:
“Es bueno que un hombre muera si al pueblo quieren salvar”.
Frío extraño el de esa noche, Pedro se calienta en el fuego.
Y así comienza aquel juego con los guardias y sirvientas:
“¡Vos también sos Galileo!
¡Vos hablas como esa gente!”
|