Interludio 5
Los jefes de la nación a Cristo lo han condenado. Sentencia: “Ha blasfemado por decirse Dios en serio!”
Ahora falta que el Imperio ponga su firma en lo actuado.
En la mañana del viernes, lo llevan hasta Pilato, en el atrio hay un gran plato para lavarse las manos.
Parece que pa’ l Romano esto no es recurso ingrato.
Fariseos puntillosos han decidido no entrar.
No se vayan a quebrar sabáticos mandamientos, les importa el reglamento, y no a un hombre asesinar.
“¿De que acusan a este hombre?” Pregunta el gobernador. “Usted bien sabe señor que Roma nos Ha vedado, dar la muerte a un condenado,
dar la cruz a un malhechor.”
La esposa del gobernador trastornada sufre en su genio. Manda decirle a su dueño que ahorre sangre inocente:
“La envidia come a esta gente,
y a mi me comen mis sueños”
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